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miércoles, 28 de agosto de 2013

19. Mi Locura

19. Mi locura

Al rato empezamos a caminar, la nieve dejó de estar derretida para convertirse en hielo de nuevo, mientras que el frío congelaba nuestros huesos.
Un paso, otro paso, todos en silencio, solo se escuchaban los crujidos del hielo al caer nuestros pies.
Iban pasando las horas, yo me entretenía comparando el ruido de nuestros pasos. Los de Miranda eran sigilosos, casi como los de un gatito, era una persona silenciosa, si ella quisiera, nadie la podría encontrar. En cambio los de Klaus… Bueno parecía que quisiera que lo escucharan a kilómetros de distancia (sonreí al pensar que lo estuviera haciendo a propósito), apoyaba todo su peso en cada paso y ahogaba así los míos casi mudos, que apenas se escuchaban.
 El tiempo que pasamos caminando es algo que ninguno podemos controlar, no es como si estuviéramos dando vueltas en círculos, sin acercarnos lo más mínimo a la victoria, y cansándonos en el intento. No, nosotros caminábamos en línea recta, hacia donde creíamos que estaba el Monasterio del Norte. Y eso lo sabía porque reconocería en cualquier parte las huellas que dejaban mis ridículos y enanos pies.
Casi prefería que nadie estuviera hablando, me gustaba la tranquilidad del silencio, del silencio absoluto, ya que te permitía tener un momento para pensar, ¿en qué? No lo sé, supongo que en nuestra cabeza siempre nos andamos por las ramas, empezamos pensando algo, y terminamos con un pensamiento totalmente diferente, y a veces sin sentido.
Aunque claro todas las acciones comienzan pensando algo, nadie puede estar mucho tiempo sin hacer nada, puede ser que eso sea porque nuestro cerebro necesita estar en funcionamiento todo el tiempo. Ni siquiera desconecta cuando dormimos, ya que también soñamos.
Alcé la vista y pude ver a lo lejos, muy muy a lo lejos, a una pequeña figura cuadrada. La niebla no me dejaba distinguir bien lo que era, pero mi vista era lo suficientemente buena como para saber que era una especie de guardián, me alarmé un poco al preguntar:
-¿Qué es eso?-señalé con el dedo.
-¿El qué?- preguntaron.
-¿No lo veis? Esa figura de ahí, parece una especie de guardián, ¿no?
-¿Qué guardián? Yo no veo nada- dijo Miranda.
-¡Dios! Pero si está ahí, lo veo claramente.
-Silver creo que lo confundes- comentó Klaus.
-¿El qué confundo?
-Ahí no hay nada, tranquilízate venga, ya falta poco.
Aparté la mirada de sus ojos irritada, y me quedé en silencio.
Cada paso que dábamos lo veía más y más claro, estaba ahí, el guardián, y me estaba enfadando porque no me hacían caso. Asique, para demostrarles que se equivocaban, alcé mis alas para elevarme en el aire.
-¡¿Qué estás haciendo?!- me gritaron desde el suelo.
Seguí silenciosa y empecé a volar para poder ver esa sombra más de cerca.
Parece que volé a toda velocidad porque en pocos segundos vi, pude ver…
Era, era… Aun no lo distinguía bien… Era… ¡El anciano del muro invisible!
Oh dios mío.
Él, él desapareció… La Dracumba… Empecé a recordar lo sucedido:
Desperté en la playa, caminé y me topé con un muro invisible, al otro lado del muro había un anciano con una cajita, la Dracumba. Entonces él la abrió y desapareció para siempre. Yo atravesé el muro, abrí la Dracumba y… Y llegué al pueblo pero… Sí, pero la Dracumba había desaparecido, y ese anciano también… Pero no tiene sentido, ¿Qué hacía aquí, en medio de ninguna parte? ¿Cómo había llegado?
Bajé del cielo enseguida y me di un golpe en los pies al caer, aunque enseguida conseguí enderezarme, y pude verlo de nuevo.
-Tú… Otra vez. – dijo con la misma voz ronca de la otra vez, había pasado tanto tiempo… Aunque lo recordaba como si fuera ayer, más bien, era lo primero que recordaba.
-Sí, soy, soy yo. ¿Cómo ha llegado aquí?- me atreví a preguntar.
Al ver que no contestaba me agaché para estar a su altura y volví a preguntarlo:
-¿Cómo ha llegado aquí?
-Silver. –Pronunció mi nombre pensativo- ¡Silver! – Gritó mientras me cogía de los hombros con fuerza, parecía muy alterado- ¡la Dracumba, dámela!
-¡Yo no la tengo, usted desapareció!-gemí.
-¡Mentira, la tienes tú, siempre la has tenido!-chillaba como un lunático mientras me empujó al suelo-¡Dámela, traidora!
-¡Miranda, Klaus! – Pedía ayuda ya que me hacía daño y no podía quitármelo de encima - ¡Miranda!
Empecé a gritar con todas mis fuerzas, el anciano me estaba intentando ahogar, me había puesto el codo en la garganta y con el otro brazo me sujetaba para que no me moviera, no podía escapar.
Escuché mi nombre a lo lejos, eran ellos, estaban llegando.
Perdí todos mis sentidos.


Sus caras estaban frente a mí, mirándome, mirándome como si hubiera perdido la cabeza, como si todo lo que dijera fuera una locura. Empecé a recuperar la audición, y la vista, veía perfectamente. Desperté de nuevo.
Me enderecé, esta era la situación: El anciano no estaba, ellos estaban preocupados mirándome, el Monasterio estaba muy cerca, a unas diez millas como mucho.
-¿Qué…? ¿Qué pasa?- Conseguí preguntar - ¿y el anciano? Me intentaba matar chicos, me estaba ahogando – Las preguntas se me atragantaban en la garganta - ¿Y la Dracumba? – Cada vez me miraban más preocupados - ¿Y Justin? ¡Estoy harta de vivir con los ojos cerrados, fingiendo no enterarme de nada, fingiendo que no me duela que no esté, sé que no está, pero es que tiene que estar, yo le necesito, no se siquiera si está vivo! – me levanté de un salto, muy alterada, se dieron cuenta de que me estaba trastornando - ¡Justin, Justin vuelve, vuelve! –
Estaba gritando a la nada, a nadie, me decían que me tranquilizara pero no funcionó, hasta que Klaus me cogió del brazo con fuerza y me gritó desesperado:
-¡Silver no había nadie, ningún anciano, la Dracumba de la que hablas no existe!
-¡Es mentira, no puede ser, me estaba ahogando, ahogándome, no me lo he imaginado, era real, me quería matar!
Miranda empezó a llorar.
-¡Silver escúchame!- me cogió de los brazos obligándome a que parara de gritar y de moverme como una loca – Todo va a ir bien, estoy, estoy contigo. – Nuestros ojos empezaron a llorar a la vez – Siempre estaré contigo. Te lo prometo.
Entonces… Entonces pasó algo que todavía no me explico. Nos besamos.
No recuerdo exactamente cómo sucedió, creo que mi vida rota cedió a su amabilidad en aquel momento. No sé quién besó a quién. Sólo sé que fue lo más apasionado que me había pasado desde que él se fue. Lo hicimos lentamente, creo que fue más que un beso, despertó algo en mí que había estado oculto mucho tiempo.
Sus manos me acariciaban con un poco de, de miedo, me atrevería a decir, ¿miedo a qué? ¿A hacerme daño? ¿Miedo a que cuando me tocara me rompiera en mil pedazos? No lo sabía, simplemente lo hacía con delicadeza, pero me gustaba. Me gustaba él, me gustaba besarle, me gustaba tocarle. Tenía una relación extraña con aquel chico, algo complicado, difícil de explicar.
Entonces un sentimiento de culpa aterrador empezó a eliminar el sentimiento de amor, que también había empezado a sentir.
Eso me hizo alejarme de él, y de sus besos. Me aparté con brusquedad, creo que llegué a empujarlo un poco.
Dios, ¿Qué había hecho? Era sólo un chico, un chico. Pero no podía esperar a Justin eternamente, no podía vivir así, tenía que hacer lo que pudiera, y cuando pudiera.
-Lo siento – Me dijo.
No pude pronunciar ninguna palabra, asique le rodee el cuello con los brazos. Hay veces que los abrazos son mucho mejores que las palabras. Estuvimos unos segundos así, agarrados, ninguno nos queríamos soltar.
-Bueno venga, vamos, ya está – Le susurré mientras le limpiaba las lágrimas de la cara- ya está.


miércoles, 14 de agosto de 2013

18. La decisión

18. La decisión
-Silver me alegro mucho de verdad- dijo Miranda admirando la magia de Klaus- siento haberme puesto así- ahora se dirigió a él arrepentida por sus actos.
-Lo que has hecho me ha hecho darme cuenta de que significo mucho para ti, gracias- le dije.
Entonces nos dimos un rápido abrazo los tres y recogimos las bolsas y todo el desastre por la pelea.
-Eh- sopló de repente Miranda, ambos nos quedamos absortos.
-¿eh, qué?- preguntó Klaus.
-Que el Monasterio del Norte está solo a un par de millas, y la daga con él, estamos a punto chicos, lo conseguiremos. – ella siempre tan positiva.
-¿Vosotras os dirigís allí?- preguntó con preocupación.
-Sí, nosotras tenemos que conseguir todas las dagas antes que los hechiceros, ese es nuestro plan Klaus, mira- le dije mientras sacaba la preciosa daga que si teníamos para enseñársela.
Se quedó alucinado al verla:
-Nunca había visto una de las dagas, solo en dibujos, es mucho más bonita de lo que parecía.
-Los hechiceros ya nos quitaron una y tenemos que recuperarla, será una guerra dura pero tenemos que hacerlo por el bien de Eskeindran- lo interrumpió Miranda.
-Pero… En el Monasterio del Norte está mi antiguo grupo de hechiceros, y mi padre…- se atragantó un poco al informarnos.
-Klaus- le dije mientras le quitaba el pelo de la cara dulcemente- tienes que enfrentarte a él, sino nunca serás libre, yo confío en ti, y con nuestra ayuda, podremos matarlo si eso es lo que quieres.
Se apartó dos pasos de mí en cuanto se lo propuse.
-¡¿Matarlo?! ¡Yo no quiero matar a mi padre! ¡¿Cómo puedes decirme una cosa así?!
Tragué saliva, no me esperaba esa respuesta después de todo lo que ha pasado.
-Pero… ¿Qué dices? ¡Klaus tu padre te maltrataba!
Se cayó al suelo del impacto de mis palabras.
-¿Estás bien?-preguntó Miranda.
Él no contestó, se quedó sentado en el suelo con la cabeza entre las rodillas esperando a que alguien le dijera que hacer. Es posible que a pesar de todo piense que su padre no quería hacerle daño, que era su forma de ser.
Miranda empezó a acercarse a él para ver cómo estaba pero yo la detuve con mis manos y le dije:
-Necesita un momento para pensar.
Yo necesitaba a Klaus para seguir, no podría soportar que le pasara algo, que se fuera solo, tenía que protegerlo como fuera. Pero, ¿y si decidía que a partir de aquí continuaría solo? ¿Y si viene con nosotras y su grupo acaba con él por traicionarlos de esta forma? Es una persona tan inocente, tan pequeño, no puede tomar una decisión tan importante sin tener la experiencia suficiente. Entonces me di cuenta de lo que necesitaba, asique me senté frente a él y le dije:
-Nunca más vas a volver a estar solo Klaus, haremos lo que quieras, pero no voy a dejar que te marches si eso es lo que habías pensado- el negó con la cabeza- eres demasiado joven para tomar este tipo de decisiones. Pero ya no estás solo, yo estoy aquí para ayudarte. Estaré contigo todo el camino, te lo prometo. – esbocé una sonrisa al finalizar.
Él me volvió a abrazar y me dijo:
-Tienes razón Silver, tenemos que matarlo.

-Has tomado la mejor decisión. 


domingo, 4 de agosto de 2013

Mañana

Estoy enferma al observar que no tengo sentimientos, que nada me afecta, es como una especie de barrera que hace que no entre nada bueno ni nada malo en mi. Es algo que no puedo controlar.
Es que yo estaba esperando una historia diferente. Esta vez me equivoqué, al entregarte un corazón
que no vale la pena romper. Yo he caído muchas veces, pero ninguna como esta, por eso me cuesta más levantarme. 
Esas cinco palabras en mi cabeza que no paran de repetirse. 
Y mucha gente me dice que me olvide de ti, pero no tengo ninguna razón para dejarte ir. 
Porque yo se que, que cuando todo vuelva a empezar tu seguirás ahí.
Recuerdo cuando lloraba delante de tantas veces.
 Pero yo sé que no estoy perdida, sé que podré salir de esto, que todavía no me he ido, una parte de mí sigue aquí, no me he perdido en el olvido todavía. Todo este vacío en el fondo del cajón. 
Tu me viste caer pero no diste media vuelta. 
Puedo ser fuerte, puedo fingir que nada me afecta, pero contigo no es igual. 
Es que no sé como me sentiré mañana, quizá sea un día diferente mañana, o  quizá si no quiero seguir nadando me ahogue. Quizá mañana cambie algo..
¿Por qué? ¿Por qué no puedes ver todo lo que no nos estamos diciendo? Es que se nos escapan los días...
¿Quién sabe lo que puede pasar mañana? Sigue haciendo lo que haces, sigue riéndote sin ninguna explicación. Hay una cosa que es verdad, siempre hay un nuevo día. 


 

sábado, 3 de agosto de 2013

17. La pierna

17. La pierna

Intentaba abrir los ojos, mi mente estaba dividida entre mi verdadero yo y la cascada por la que caía.
Mi nombre no paraba de sonar al son del agua cayendo, volví a verlos, estaba despertando.
Escuché:
- ‘¿¡Pero qué le has hecho!?’
-‘Lo siento, solo intentaba salvarla’
-‘¡Klaus ella es una persona muy frágil y no está en su mejor momento!’
-‘No lo sabía, mira creo que está despertando’
-‘¿Silver, estás bien?’
-‘Despierta por favor’
Dejaron de ser unas simples voces para convertirse en palabras de amigos preocupados, sus caras dejaron de ser reflejos y pasaron a ser parte de ellos, la cascada no estaba, dejé de caer, desperté.
Cuando recobré la consciencia completamente me salió agua de los pulmones y la expulsé por la boca.
-Oh, madre mía, Silver- expresó Klaus preocupado- lo siento mucho de verdad.
Intentaba articular palabras pero no pude, me estaba ahogando con el agua y la sangre que salía de mi boca.
Miranda se acercó a mí, me incorporó y me limpió como pudo.
-¿Pero qué le has hecho?- dijo dirigiéndose a él.
Él, humillado, se alejó de nosotras y se sentó junto a una roca sin decir nada, sentí pena de él, era una buena persona, me había dicho todo lo que le había preguntado.
Dejé de tirar nada y, aunque la cabeza me daba tumbos pude decir:
-Klaus- tosí un poco- estoy bien- pero sabía que no me quedaba mucho por vivir, aunque intenté ser lo más sincera posible.
Miranda empezó a llorar, no podía ni mirarme, entonces se levantó de un salto, furiosa, y corrió hacia Klaus moviendo los brazos nerviosa y gritando:
-¡Pero qué le has hecho!
Cuando llegó donde estaba él se tiró encima suya y empezó a ahogarlo con sus manos llenas de mi sangre.
Klaus no paraba de gritar, y empezaron a pelearse por todo el suelo, lo dejaron todo perdido, yo solo pude decir:
-¡Miranda para, no es culpa suya!
Entonces me levanté e intenté separarlos, después ambos se quedaron mirándome.
-¡¿Qué, qué pasa?! – les grité.
-Tu pierna Silver, puedes moverla- dijo Miranda alucinada y confusa.
Era cierto, me había levantado, había corrido… Dios, ¿en serio había funcionado? ¿Podía volver a mover la pierna?
-Oh.- no pude decir nada más por la emoción, se lo debía todo a Klaus, a ese chico rubio con la mirada brillante- Klaus.- dije mirándolo agradecida, pero no consiguió responderme.
Entonces él se acercó deprisa a mí y me abrazó, fue uno de los abrazos más tiernos que le he dado a nadie, nos habíamos salvado mutuamente, esa persona pasó a ser importante para mí.


16. El secreto de Klaus

16. El secreto de Klaus

Pasaban la una, las dos y las tres…
Con las manos en la venda de la pierna intentando calmar el dolor…
No iba a poder continuar así, necesitaba reponerme, volver a correr, volver a volar, a nadar.
-¿No puedes dormir?- susurró Klaus, con los ojos entreabiertos.
-No…- contesté desanimada y dolorida.
-Yo creo que podría ayudarte a que se curara tu pierna más rápidamente, quizás… Podría devolverte el favor…- masculló no muy seguro.
¿Qué iba a hacer él? Ahora pensé en cuando le estaba contando a Miranda lo de la pierna, él me miró como si tuviera algo que decir pero no dijo nada, aunque no le di la oportunidad, quizá… Quizá le haya devuelto una fuerza perdida. En realidad hay muchas cosas que no sé de él, y de los hechiceros, ¿Qué hay que hacer para convertirse en uno de ellos? Puede que muchos no elijan ser hechiceros, puede que algo les obligue a serlo…
Como un alfa, o un hechicero jefe, un rey, el rey de los hechiceros.
Supongo que tiene que haber alguien o algo que mande sobre ellos, no creo que todos hayan estado de acuerdo en robar todas las dagas para gobernar un mundo de terror. Alguien… Alguien tiene que haber tenido esa idea, alguien que esté por encima de todos… Le tienen que tener mucho miedo…
-¿Hay alguien que gobierna sobre todos los hechiceros? ¿Qué hay que hacer para convertirse en hechicero?- pregunté, insegura. Demasiadas preguntas sin respuesta…
-¿A qué viene eso ahora?
-¿Cómo sé que puedo fiarme de ti? No sé nada de ti, solo un puñado de imágenes en mi cabeza aparecieron… Quiero saberlo todo - a veces me dan ganas de empaparme de conocimientos.
-No hay nadie que mande por encima de ellos…- mintió.
Cuando alguien me habla, o simplemente cuando alguien me mira, sé si está diciendo la verdad, y él miente.
-¿Por qué me mientes, qué tienes que esconder?
-No te miento, es la verdad – dijo intentando parecer sincero.
-¿Hiciste un juramento que te impide decirme la verdad?
-¿Qué?- preguntó desconcertado.
-Vamos, estamos solos, nadie puede escucharte, dímelo- le dije, seria.
-Sí que pueden oírnos, están en todas partes- susurró acercándose a mí para que nadie lo escuchara, estábamos a pocos centímetros.
-¿Quiénes?- levanté un poco la voz por la emoción, aunque enseguida me siseó, preocupado.
-Los vigilantes, les llega información de cada centímetro de Eskeindran, no hay nada que se les pase.
-¿Qué, y donde están esos vigilantes?- estaba realmente asustada, ahora me decía la verdad.
-Ellos no son hechiceros, los hechiceros solo son una pequeña parte de todo el sistema Silver.
Eso me dejó realmente atontada.
-¿Sistema? ¿Qué sistema?
-Los hechiceros son solo una pequeña parte, solo son los que hacen el trabajo sucio, son como unos simples ciudadanos en una gran ciudad.
Estaba realmente flipada, no tenía mi idea de nada de esto.
-¿Qué? ¿Quiénes más hay?


-Después están los vigilantes, que viven bajo tierra, no comen ni beben, son como roedores enormes que se dedican a recoger información por cada centímetro de Eskeindran, es muy difícil encontrarlos, yo nunca he visto uno. Simplemente sé que existen.
-¿Y dónde va esa información?
Él miró a todas partes rezando porque no nos estén escuchando, y se acercó un poco más para decirme:
-ÉL.
-¿ÉL, cómo que ÉL?
-Nadie sabe cómo se llama de verdad, nosotros lo conocemos como ÉL.
-ÉL… - mascullé, intentando asimilarlo.
-Y respecto a tu otra pregunta de qué hay que hacer para convertirse en hechicero…
-¿Sí?
-Simplemente naces con el destino escrito, las mujeres no pueden serlo. Tu padre, hechicero, te entrena desde que eres niño, y al cumplir los doce, te llevan al Santuario, y allí el jefe del grupo te convierte en uno.
-¿Santuario?
-Sí, hay uno por cada grupo de hechiceros, cada grupo son veinte, y hay un jefe, que vive en el Santuario.
-Ah. Pero si las mujeres no pueden ser hechiceras, ¿por qué tienen hijos hechiceros?
-Lo que hacen es raptar mujeres de la ciudad y obligarlas a tener hijos con los hechiceros, lo que pasa es que hay algunos que se enamoran, como mis padres.
-Lo siento…-Él no contestó, sabía que yo sabía lo de su madre- ¿Y si nace una niña, que hacen con ella?
-Si sale niña esperan a que crezca y después las juntan con los hechiceros para tener más hijos.
-Deben de haber miles de hechiceros, ¿verdad?
-No lo sé, porque los hechiceros solo matan con su grupo, no pueden separarse.
-¿Y quién les dice qué hacer?
-Por lo que yo sé, ÉL lo piensa todo, después se lo dice a los Vigilantes, quienes avisan al jefe de cada grupo, quienes coordinan a su grupo según sus órdenes.
-Valla sistema más bien montado… - dije con miedo.
-Sí… Aunque eres privilegiada al saber todo esto Silver, los de la cuidad no tienen ni idea de nada, bueno el rey sí que lo sabe… Aunque no se lo dice a nadie, ya que entre la gente solo se sabe que existen los hechiceros, son muy ignorantes.
-¿Y cómo puede saberlo?
Se volvió a acercar y bajó mucho la voz:
-Porque el rey…
-¿El rey qué?- pregunté emocionada.
-Es el hermano de ÉL.
Me quedé blanca, ¿eran hermanos? Pero… ¿Cómo puede ser? Son tan poderosos los dos, pero a la vez tan diferentes… Uno del bien y otro del mal, la luz y la oscuridad…
-Oh.- es lo único que pude decir.
-Silver… Yo no soy un hechicero normal.
-¿Qué quieres decir?
-Yo nací junto a otro chico, mi hermano gemelo, y eso pasa una vez cada diez mil.
-¿De verdad?- se lo pregunté, aunque sabía que no me estaba mintiendo.
-Sí, cuando pasa eso en ambos hijos aparece algo especial, no se sabe muy bien lo que es, en cada gemelos es diferente.
-¿Y en vosotros que fue?
-Lo que pasa es que yo soy todavía más diferente, porque mi hermano murió junto a mi madre en el parto, y todo ese poder estuvo en mí.
Por eso si no me hubieras salvado, en un par de años yo habría sido hechicero jefe.
-¿En serio? ¿Pero cómo se decide quién es el jefe?
-Esperan a que nazcan unos gemelos y ambos son jefes de diferentes grupos.
-¿Pero y si no nacen?
-Entonces se elige aleatoriamente.
-Ah. ¿Y qué puedes hacer tú, Klaus?
-Yo nunca lo he intentado, pero algunas mujeres de mi grupo dicen que cuando era pequeño podía curar toda enfermedad, aunque a los cinco años dejé de hacerlo.
-¿Por qué?
-No lo sé, eso es lo que dicen. Y para devolverte el favor, me gustaría intentar curarte la pierna.
Las lágrimas brotaron de mis ojos, tanto por el dolor como por la emoción de que podría ser que dejara de dolerme, cuando ya lo daba todo por perdido viene alguien y me dice que puede que me salve, sonreí.

-Gracias Klaus.
-No sé si podré hacerlo, pero quiero intentarlo.
Intenté respirar un poco más tranquila para no ponerlo nervioso, entonces se acercó, me quitó la venda y posó sus manos sobre la pierna troceada.
Hice alguna mueca de dolor ya qué me apretó.
-Lo siento- dijo.
Siguió haciendo lo mismo, entonces me empecé a marear, me sentía como una pluma. Ya no sentía la pierna, era como si no estuviera ahí, el dolor desapareció en pocos segundos.
Con los ojos cerrados estaba rezando porque Klaus lo consiguiera.
Necesitaba volver a estar bien.
No me sentía en mi cuerpo… De repente estaba cayendo por una cascada, pero no tenía mi cuerpo, solo mis ojos y mi mente, no sé como pero no era yo…
‘¡Silver, Silver!’ Escuchaba a lo lejos, aunque no reaccionaba.

Eran Miranda y Klaus intentando despertarme, entonces pude ver sus caras preocupadas mirándome, pero desaparecieron con la tenue luz del mar cayendo…

domingo, 28 de julio de 2013

Una semana.

No me gustan los domingos, porque significa que se ha terminado la semana, que otra semana más ha desaparecido. Que nos queda una semana menos para vivir..
En una semana pueden pasar muchas cosas, puede ser la peor o la mejor de tu vida.
Puedes derrumbarte, o seguir adelante. Puede cambiar tu vida entera en solo siete días, o en siete segundos.
¿Por qué solo siete días, por qué no diez, o veinte? ¿Quién decidió que una semana tiene que tener siete días?
Si empezamos a cuestionarnos todo, no podríamos vivir, hay demasiadas incógnitas.
Tan jóvenes... Tan incapaces de ver que una semana puede marcar el resto de tu vida, que puedes cambiar el mundo en una semana, puedes morir en uno de esos siete días, y nacer, también.
Quizá si las semanas tuvieran más días se haría más fácil nuestra convivencia, porque los días pasan demasiado deprisa. Van pasando y pasando, semanas, meses, años, y no nos damos cuenta.
Porque parece ayer cuando me pasó aquello, cuando aquella semana me cambió- pensamos.
Quizá si la semana fuera más larga se nos haría más difícil la convivencia, porque si la semana en la que vives es difícil, estas deseando que acabe.
La semana que viene todo será diferente- pensamos.
Pero no tiene porqué ser más larga, ¿y si solo tuviera cinco días una semana?
Quizá entonces todo seria mas complicado.
Al fin y al cabo los días pasan igual, sean los que sean una semana. Pero un día da para mucho. Y siete días para mucho más.

miércoles, 10 de julio de 2013

15. Humo

15. Humo

Estaba destrozada, solo pude dormir una hora, tan agotada pero incapaz de dormir, no podía sentirme más debilitada y empapada en lágrimas.
Por la noche me invadía el pensamiento de que la única solución era cortarme la pierna, no podía parar de pensar en eso. El dolor era demasiado fuerte, no podría continuar sola, iba a ser imposible, tenía que buscar una solución y la única viable era cortármela.
Por supuesto que sin pierna sería mucho menos fuerte, menos ágil, no podría volver a correr, no podría volver a mantenerme en pie, pero es que ahora no puedo tampoco.
De la única manera que consigo moverme es arrastrándome por el suelo.
Entonces pensé, “¿Pero y volando?”, ¿podría volar? No estaría mal intentarlo.
Esa era la única solución, me puse en pie apoyándome en la roca, me volví a atar otra capa de tela en la pierna para reforzarla y aliviarme un poco.
Cogí una de las mochilas, lo saqué todo, y lo metí en la otra, estaba un poco abultado pero eso era mejor que llevar la carga de dos mochilas.
Até la espada a una de las cuerdas de la mochila todo lo fuerte que pude. La chaqueta estaba destrozada, menos mal que ya se estaba derritiendo la nieve del calor.
Una vez en pie, desplegué las alas, y me preparé para el despegue, pude impulsarme gracias a la roca y a mi pierna buena.
Despegué muy bien gracias al gran impulso, la vida en el aire se me hacía complicada sin poder moverme, pero volví a encontrar las huellas y retomé lo que había dejado.
El dolor de la pierna me motivaba y me hacía volar más deprisa.
El sol estaba empezando a salir otra vez, el humo todavía estaba, y cada vez más cerca, lo que me asustaba porque, cuando llegara a la hoguera de los hechiceros, ¿Qué iba a hacer con la pierna rota? No podría salvarla, no sin Justin. Intenté sacármelo de la cabeza de una vez, “Él no está” me decía. Mi mente no paraba de repetírselo.
Seguí volando, “Que pase lo que tenga que pasar”, pensé.
Entonces lo vi, ahí estaba, delante de mí, lo que había estado persiguiendo tanto, el humo, a solo unos veinte pasos.
Bajé un poco para que no me vieran venir, estaba volviendo a oscurecer, lo que era mejor, porque así la noche me envolvía y sería más difícil que me vieran.
La escena era esta: Cinco hechiceros rodeando una gran hoguera de la que colgaba Miranda boca abajo, estaba atada a una tabla de madera justo encima del fuego de manos y pies, con la boca tapada. Sus túnicas negras se iluminaban con el fuego y la noche nos invadía.
 Una pequeña luz en medio de todas las sombras.  
Bajé del todo al suelo lo que hizo que me doliera aún más al apoyar peso en la pierna, pegué un pequeño chillido y caí al suelo de inmediato. Estaban tan cerca. Ella estaba tan asustada, estaba a punto de morir quemada. Seguro que ellos me habrían escuchado gritar, asique me arrastré hasta la roca más cercana intentando no hacer ruido y me quedé ahí sentada, inmóvil, temiendo por nuestras vidas.
Miré el cielo oscuro rezando porque algo pasara, porque algo nos salvara.
Podía escuchar como pasos se acercaban a mí, y no iba a poder hacer nada.
Entonces me di cuenta de que el cielo no estaba estrellado, eso solo pasaba cuando las nubes tapaban las estrellas, y, en ese caso, no tardaría mucho en llover. Sonreí. ¿La lluvia podría salvarnos? Quizá de alguna forma.
-Gracias- Susurré.
Entonces una pequeña gota de agua me calló en la nariz. Aquello me dio fuerzas, hizo que el dolor fuera lo menos importante, fui capaz de dejar el dolor a un lado, de suprimirlo.
Uno de ellos estaba cerca de mí, a la otra parte de esta roca, no lo veía pero sabía exactamente lo que estaba ocurriendo: Él estaba desconcertado mirando a todas partes, buscando la causa del ruido de antes. Yo podía sentir su ansia por matarnos a ambas, su respiración acelerada a solo una roca de mí. Cerré los ojos y me concentré en él, intenté decirle algo, entrar en su mente de alguna manera, podía ver lo que él veía, podía escuchar lo que él escuchaba, sentir lo que él sentía.
Le dije que soltara a Miranda, que se rindiera, que no iban a conseguir nada matándola. Intenté abrir sus ojos cerrados, mostrarle otras salidas, yo decidiría lo que nos iba a pasar, lo que le iba a pasar. Pude ver en su interior, su pasado, su vida.
En ese momento pude ver un montón de imágenes en mi cabeza. Vi como un gran hechicero lo maltrataba, todavía pequeño, vi su sufrimiento. Su madre murió el día en el que él nació, y eso le provocó un trauma enorme a su padre, lo que hizo que volcara su ira en su hijo.
Pude ver toda su vida en un puñado de imágenes, entonces supe que él solo quería matarnos para contentar a su padre.
Yo le di a entender que su padre no estaba enfadado con él, intenté suprimir su culpabilidad por haber matado a su madre, ya que él no pudo hacer nada por evitarlo.
Se dio cuenta de que no quería matarnos, y que había estado a punto de hacerlo por unos cuantos malos recuerdos. Entonces, al eliminar sus malos recuerdos y su maldad, dejó de ser un hechicero, se transformó en aquel pobre chico maltratado. Su túnica negra se desvaneció y su cara se transformó en lo que era realmente.
Abrió los ojos que habían estado cerrados tanto tiempo, empuñó con fuerza la espada de sus manos y empezó a matar a los otros cuatro.
Entonces abrí los ojos, había vuelto en mí.
 Me levanté con ayuda de la roca, quería presenciar lo que había hecho, había devuelto a la vida a un chico encerrado en un hechicero, lo había salvado, con mi mente.
Él estaba salvándonos, matando a los demás, le había dado tanta fuerza que, era imparable.
Acabó con los cuatro en poco tiempo, y entonces vió a Miranda, desmayada por el humo, la desató y la dejó en la nieve mojada por la lluvia. La hoguera se apagó poco tiempo después, por el agua caída del cielo.
Y fue en aquel momento cuando me di cuenta de lo poderosa que era, había sido capaz de entrar en la mente de un hechicero y salvarlo de su propia locura, nos había salvado a las dos.
Entonces el me vio apoyada en la roca sin apenas moverme y se acercó corriendo a mí. Era un chico rubio de unos 14 años, con algunas heridas de guerra y unos ojos grises que me hipnotizaron.  Iba vestido de negro, con una tela muy fina.
Me agarró y me ayudó a llegar donde Miranda. Ella despertó a los pocos segundos, y, cuando recobró la conciencia me dio un abrazo tan grande, que ambas nos caímos a la nieve empapada.  
-¡Dios lo has conseguido Silver sabía que lo harías! Pero, ¿cómo? ¿qué ha pasado?
-Dios Miranda no sabes cuánto miedo he pasado, pensé que íbamos a morir, no me podía mover, estaba impotente- entonces se me saltaron las lágrimas y me empecé a atragantar mientras hablaba, aun no me creía lo que había pasado- No sabía qué hacer y…
Ella me cortó con otro abrazo tierno antes de que pudiera decir nada más, todo había pasado, estábamos bien, vivas.
-Cuando desapareciste empecé a seguir tus huellas pero paré para cazar – seguí diciéndole, ya más tranquila- Y entonces uno de los Pitxes me empujó y se, se me rompió la pierna- le decía mientras le enseñaba la pierna mal vendada, me di cuenta que el chico me miró como si tuviera algo que decir, pero continué hablando- tuve que ir volando porque no había otra forma de encontrarte, dios pasé una noche horrible Miranda,
 -puse mala cara al recordar el dolor- al cabo de un día volando encontré el humo, pero tenía tanto miedo que solo pude arrastrarme hasta una roca, pero los hechiceros me escucharon y él- dije mirándolo- él estuvo muy cerca de matarnos, y no sé cómo, entré en su mente, eliminé todo su dolor y maldad, dejó de ser hechicero para convertirse en este chico, lo que realmente es -ella lo miraba desconcertada-
-Me llamo Klaus – intervino esbozando una sonrisa inocente-.
-¿Y cómo sabemos si nos podemos fiar?- replicó ella, todavía sin convencerse-.
-¿Qué daño nos puede hacer un chico tan joven? Además, lo he salvado de un destino horrible y malvado- le guiñé un ojo.
-Tengo 14 años-.
-¿Y qué camino vas a seguir?- preguntó Miranda, más tranquila.
-No lo sé, nunca he ido más allá de Supak, pero no puedo volver a ver a mi padre, no puedo volver allí- se atragantó con lágrimas al darse cuenta de que no sabía qué hacer, estaba perdido- pero me encaminaré solo si eso lo que queréis- cambió de tono al decírnoslo, para tapar que estaba realmente asustado por nuestra respuesta-.
-No podemos dejarlo tirado Miranda.
-¡Espero que sepas que no puedes dar problemas si vienes con nosotras! No dependemos de ti, tú dependes de nosotras para sobrevivir, asique harás lo que te digamos, o aquí te quedas- Gritó Miranda, fingiendo un enfado.
Ella sin decir nadase tumbó con la cara hacia otro lado, para no verlo.
-El dolor se estaba calmando un poco-
Él me miró asustado por sus palabras y yo solté una risita y dije, para calmarlo:
-Anda duérmete, no pasa nada.
Él me sonrió y logró dormirse en pocos segundos.

Yo lo intenté, pero el insomnio no me dejó.